10 de agosto de 2012

Victimas, Oprimidos e Identidades

Progresismo, oprimidos y victimas

La palabra y la noción de ser “Progresista” son esas cosas tan usadas y tan poco definidas porque todos supuestamente sabemos ya lo que quieren decir. Pero podemos aventurar que una parte significativa de la tradición progresista en política puede rastrearse y mapearse en su relación con los oprimidos, los proletarios, los miserables de la tierra


La tradición del progreso

Como está implícito en su nombre, una parte esencial de la tradición progresista está atada a la noción de una senda empinada pero ascendente para la humanidad. Esta noción no se abandonó incluso cuando se perdió la ilusión de que dicho progreso era automático e inevitable. Dicha senda ascendente ofrece la perspectiva de un futuro en el que las injusticias sean corregidas. En occidente, esta noción nutrió el ideal iluminista, aggiornamiento de valores esenciales provenientes de la tradición cristiana. Y como en el mismo cristianismo, el progresismo heredó en gran medida la tensión entre la lucha por la justicia y la sacralización de las víctimas de la injusticia.

“Bienaventurados los que tiene hambre y sed de justicia, pues serán saciados” dice el Nuevo Testamento, y una parte de la historia del progresismo puede entenderse como inclinarse más por la primera o la segunda parte de esa oración.

La identidad de Víctima y la política de la identidad

La posmodernidad trajo aparejadas una miríada de identidades buscando reconocimiento y legitimidad, un cambio en la subjetividad humana acompañado de cambios complementarios en las esferas tecnológica y económicas.

Habiéndose aparentemente perdido el horizonte de una lucha por la justicia en el marco de una sociedad que progresa cobró más fuerza la representación del progresismo como la defensa de identidades percibidas como víctimas, sea la defensa por parte de las mismas identidades-víctimas o de otros que asumen la defensa como un deber.

El problema surge cuando esta identificación de una determinada identidad con tal condición de víctima se reifica, se esencializa. puede ocurrir como una imposicion condescendiente de grupos más privilegiados que se “dignan” ayudar a los menos favorecidos. Quizás sea una táctica política del grupo-victima para obtener alguna ventaja. El resultado es que una vez asignadas esas esencias son difíciles de eliminar en tanto que colorean cualquier trato y relación y oculta mucho más de lo que revelan, negandole a priori a las victimas agencia propia y la capacidad de ser algo distinto de victimas

Ciertamente no se puede volver a la nocion antigua e ingenua de progreso. Tampoco considero deseable un retorno a un universalismo cargado de particularismos disimulados. Pero podemos señalar que sin un cierto sentido de universalidad se hace muy difícil articular una lucha por la justicia desde un lugar distinto al de las víctimas esenciales. La lucha por la justicia se diferencia de la protección de las víctimas en tanto que la primera parte de concebir al ser humano de enfrente no como un “igual”, sino como un hermano, mientras que en la segunda concepción el otro esta infinitamente distanciado de mi encerrado en sus identidades y víctima por siempre

Cuando se pierde la noción de universalidad, incluso una universalidad vana y eurocéntrica, por las identidades fragmentarias y posmodernas se pierde una nocion basica de justicia como reparaciones de hermano a hermano, y se convierte en lucha por las migas que se caen de la mesa. Somos hijos de Adán y Adán fue creado del polvo.

Adrian Yalj

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