En
“Batman: el caballero de la noche asciende”, el superhéroe,
achacado y recluido, después de ocho años de retiro, vuelve a la
cancha. “Asciende” desde las tinieblas del olvido colectivo hacia
el centro de la vida social. ¿Qué nos dice esta tercera entrega de
la saga? ¿Qué nos resuena en su trama?
Hay
una pregunta que atraviesa la trilogía: ¿tiene esperanza Ciudad
Gótica? Los malos dicen que no. Batman está convencido de que si.
En esta tercera película, quizás más que en las anteriores, la
protagonista es la ciudad. ¿Qué es esa ciudad en torno a la cual
gira el argumento del film?
Cuando
Batman la invoca como la razón que inspira todos sus actos, nos
remite a una ciudad que no está claramente en escena, tratamos de
situarnos en su idea de ciudad, de una ciudad que merece su
sacrificio. En la película, a los únicos que vemos dignos de su
entrega es a los niños huérfanos y a parte de las elites
empresariales (las que representan el capitalismo bueno, preocupado
por la preservación de la sociedad); los dos, grupos de pertenencia
de Bruce Wayne. Y, también, una fracción no corrupta de la policía,
que será su aliada.
Por
lo que resta, la ciudad son las masas en las calles, bajo el
liderazgo de una secta emergida de los bajofondos. El pueblo en
armas, pero amorfo, librado a la voluntad de un sujeto. El pueblo
ignorante del peligro que corre, del peligro a la destrucción total
al que lo expone su propio líder. Bane no es un mafioso, no es un
terrorista y al final de la película descubrimos que tampoco es un
fanático, pues todo lo hizo por su amor a Miranda Tate, la hija de
Ra's
al Ghul.
El
mundo de Bane es el de la marginalidad, cómo le dice a Batman antes
de la pelea en que lo deja postrado: para él la oscuridad no es un
recurso, es el medio en el que nació y creció, su hábitat. Hay un
trasfondo que organiza el relato y ese trasfondo es la lucha de
clases. Los malos –tal como define Marx al proletariado- son los
que no tienen nada que perder. Pueden ir por todo porque no tienen
nada. Pierden muy poco si una bomba atómica vuela la ciudad.
Puede
que de ahí se desprenda el mensaje de la película, un mensaje
dirigido a las elites: cuidado con el pueblo, cuidado con los que no
tienen nada que perder. Mientras nos quedamos encerrados bajo siete
llaves en nuestras casas, por lo bajo, a niveles invisibles, se teje
una amenaza: la amenaza de la insurrección –ciega, violenta- de
las masas.
Por
un lado, un aviso a las clases dominantes norteamericanas de que es
necesario gobernar, ser activos, producir su hegemonía. Por el otro,
un llamado a toda una nación a no dormirse en los laureles de las
victorias pasadas. Al inicio de la película, Gótica es una ciudad
triunfalista, corrupta, careta. Al final, al mismo tiempo que se
remoralizan sus elites, recupera su espíritu patriótico.
No hay comentarios:
Publicar un comentario